En esta misma ciudad, entre los años 1954-1960, estudia y trabaja en los talleres de dos maestros extranjeros que dejarán en él profunda huella: el holandés Jan Schreuder, y el norteamericano Lloyd Wulf. En 1959 colabora con Oswaldo Guayasamín en la realización de murales de mosaico de cristal.
Por estos años el artista se inicia en el budismo Zen. Junto con Paulo de Carvalho, agregado cultural de la Embajada de Brasil en Quito, forma un grupo de investigación que se dedica a recorrer todo el país, rescatando valores desconocidos y sorprendentes en el campo del arte popular. En 1957 realiza su primera exposición individual, a la que han seguido otras muchas participaciones en exposiciones y talleres importantes, como son, por ejemplo: Primer Encuentro-Taller Creativo de Artistas de América Latina, España y Portugal, en Jerusalén (1985)
Exposición de Arte Latinoamericano "Presencia de siglos", en Buenos Aires (1986); en 1989, participa en las exposiciones de "Arte Latinoamericano" de Londres, Estocolmo y Madrid. En 1976 el Museo del Banco Central presenta una exposición retrospectiva de toda su obra. Entre los galardones que ha ganado se cuentan: el Premio Mariano Aguilera de Quito (1960 y 1964)
El Primer Premio en el Salón Nacional Banco Central de Quito (1977). En su intensa obra creadora se distinguen diversas etapas: el figurativismo expresionista de la primera etapa, que desemboca en el simbolismo de sus "assemblages", en los que utiliza elementos como casullas, cáñamos, fotografías, y sus famosas muñecas de trapo, que en un principio ensombrecía, como al resto de su obra, con el color negro, dramático y atormentado, y que fue evolucionando poco a poco hasta llegar al luminoso optimismo de los vivos colores.
Tras su estancia en España (1968-69), inicia su etapa neofigurativa, adquiriendo gran maestría en el dominio del dibujo, a través del cual logra transmitir una intensa fuerza emocional que nos recuerda el tremendismo goyesco. Oswaldo Viteri ha desempeñado también labores docentes como profesor y como director del Instituto Ecuatoriano de Folclore. Algunas de sus obras son: mural de metales para el Ministerio de Obras Públicas de Quito; mural en mosaico de piedra para el edificio del Banco Central en Ambato y un proyecto de escultura solar.
- Desde el martes 11 de noviembre al sábado 6 de diciembre de 2003
El 11 de noviembre de 2003, se inauguró en el Museo Nacional de Artes Visuales la muestra del artista plástico Oswaldo Viteri (Ecuador, 1931).
Viteri vincula sus reflexiones técnicas y estéticas a varias modalidades plásticas: la escuela de Jackson Pollok, el informalismo matérico, como también el arte povera. Esas tendencias son vinculadas con una creciente búsqueda antropológica, naciendo así sus ensamblajes.
Incorpora de esta forma telas de arpillera, muñecos realizados por artesanos locales, boletos, etiquetas, prospectos, fragmentos de periódicos, formando collages donde se entretejen imágenes geométricas, precolombinas, barrocas, pobladas de personajes.
Viteri conjuga abstracción e informalismo, con una preocupación singular: la herencia cultural y la recuperación de la memoria colectiva andina.
"Con todo esto Viteri logra un clima visual inconfundiblemente latinoamericano, o mejor dicho indoamericano. Sus multitudes no son ni europeas, ni africanas, ni asiáticas, tienen su propia ascendencia y su propia historia, con resabios muy antiguos y girones de ceremonias eclesiásticas. El conjunto se ofrece como una marcha de la humanidad de este continente, marcha multitudinaria siempre, a veces dolorosa, a veces demasiado silente o demasiado anónima. En los cuadros hechos, sólo con pintura y arpilleras, sin las muñequitas, pareciera que la marcha ha pasado ya o está por llegar. Con este ciclo, pleno de originalidad, Viteri se ubica como un talento sobresaliente del nuevo humanismo en la plástica"
- Raquel Tibol
México, Mayo 23, 1998
"(...)En varios viajes a Ecuador he tenido la ocasión de estudiar detenidamente su obra, he escrito a menudo sobre ella y he presentado algunas de sus exposiciones en Iberoamérica y en Europa. Domina a la perfección su oficio y hay en todo cuanto realiza una adecuación enteramente idónea entre procedimiento, factura, ritmo e imagen. Precisamente la soltura de sus ritmos - no necesariamente lineales - y su euritmia, constituyen uno de los elementos compositivos y expresivos más importantes en la labor de Viteri como pintor, como esculto-pintor y como escultor. Cada etapa suya surge sin solución de continuidad a partir de la precedente, lo que prueba la coherencia de su evolución. Una vez resuelto un problema, lo abandona y se plantea otro nuevo, pero sin abandonar aquellos en los que sigue habiendo un camino abierto En su más conocida etapa (la que incorpora muñecos populares en aglomeraciones muy emotivas a la base pintada de sus cuadros) hay una síntesis sin precedentes entre la herencia del arte popular americano de los tiempos virreinales (sobre todo el del siglo XVIII) y la más avanzada pintura abstracta de inspiración concretista. La calidad de su ejecución es comparable a la de los grandes maestros de la materia del tipo de Tapies o Fautrier, pero con menor densidad y menos elementos gestuales"
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